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 Desde su llegada a la escuela las emociones de Fedra pasaban altos y bajos, pero curiosamente al siguiente día de haber rechazado al hada ella se encontraba ligeramente de buen humor, tan ligero que podría disolverse en el viento e irse para no volver nunca más. Tras haber sido castigada de manera muy severa, según la opinión de la bruja y ser internada en una escuela para señoritas, Fedra no esperaba que hubiese más castigos hasta la semana entrante, cuando acabara con el castigo más actual. Es tan divertido cuando uno cree haber tenido suficiente escarmiento y de repente te das cuenta de que hay una nueva atracción principal en el circo... y que eres tú mismo.

Lisa y Mary permanecían a la luz de la vela contándose entre ellas un montón de los nuevos sucesos del pueblo, provocando que los oídos de la bruja explotaran con cada risita que soltaban, por su parte, Fedra leía con algo de interés un viejo libro de poesía encontrado en la biblioteca. Bien, la poesía no fue nunca la lectura favorita de la pequeña bruja, pero en vista de las circunstancias decidió que algo de provecho podría sacar de la poesía para embellecer sus conjuros. Enfrascada como se encontraba en la lectura, la muchacha no se percató del travieso cambio de miradas entre sus compañeras hasta que estas volvieron a estallar en risas.

—Tenemos una pregunta que morimos porque nos respondas, Fedra —dijo Lisa sentándose en el piso junto a Fedra y Mary la siguió manteniendo las distancias, pues nunca ha podido vencer al gran monstruo de la timidez.

—¿Es necesario responder o prefieren morir ahora? —contestó ella sin apartar los ojos de su lectura, provocando más risas de sus compañeras, quienes pensaban que Fedra podía ser algo extraña, pero decía cosas tan graciosas y siempre las hacía reír.

—No... nosotras queremos... sa-saber... —Mary, que quiso participar pronto exasperó a Fedra y esta, haciendo gala de su buen humor solo la apresuró tres de las cinco veces que pretendía hacerlo. —Es que nos gustaría saber... creemos que tú debes de tener más experiencia respecto a... hombres.

Lentamente Fedra asintió, a pesar de que nunca había estado cerca de un muchacho, bueno, lo suficientemente cerca como para tener una conversación medianamente decente y no para gritarle con todas sus fuerzas que se largara o se abstuviera a las consecuencias por pisar su bosque. Estaba también aquella vez a los siete años cuando sin querer tropezó con una piedra y cayó cerca de un niño que la ayudó, pero en vez de agradecer solo le dio un gran mordisco en el brazo y lo hizo correr por todo el campo. Fedra sabía muchas cosas, pero acerca de tratar con otras personas sin hacerlas gritar no sabía absolutamente nada, peor decir sobre chicos.

—¿Qué desean saber? —les preguntó con una sonrisa a las chicas, el hecho de no saber sobre algo no significa que los demás sepan que no sabes, siempre se puede salir de situaciones difíciles mintiendo y Fedra lo sabía muy bien.

—Mary y yo pensamos que como tú eres tan hermosa probablemente muchos chicos te han acompañado al caminar de regreso —ambas chicas se ruborizaron de tal manera que hasta provocaron que las mejillas de Fedra se tiñeran esa noche aunque nunca antes le hubiese importado el tema mencionado, se atrevía a decir que aún no le interesaba, pero no podía salvarse de reaccionar en cadena— lo que sucede es que hoy un chico me acompaño mientras cumplía mi castigo en el pueblo y ya sabes que no debería haberlo permitido, pero...

En ese momento Fedra se sintió arrinconada, no veía qué mentira podría soltar para que las chicas de brillantes ojos frente a ella se fueran tranquilas a sus camas y no volvieran a incordiarla más con esos temas poco decorosos, como dice la vieja señora Sherlyn cada vez que llega a sus oídos alguna de las pláticas de las alumnas.

—Supongo que es apuesto el chico —atinó a mencionar ella, pues no podía quedarse callada al tener la mirada de Lisa y Mary clavada en su rostro.

—Muy apuesto, oh, querida Fedra es tan lindo que mis ojos... —Lisa volvió a enrojecer y no pudo continuar hablando.

En esa frase Fedra encontró la respuesta, ahora sabía exactamente que tipo de broma les haría esta vez a sus compañeras.

—Sí, sí, los ojos, pues debe ser por eso que estás tan atontada por el chico... querida Lisa —dicho esto (con toda la malicia que pudo, claro está), Lisa se lanzó a los brazos de Fedra y Mary que nunca disfrutó de quedarse fuera también se unió con rapidez al abrazo, Fedra por su parte consiguió hacer camino entre los barrotes que la apresaban y soltando un chillido les dijo como pudo que no estaba respirando.

Con un estallido de risas ambas chicas se separaron de Fedra, que a pesar de su ceño fruncido no sintió ganas de quitárselas a mordiscos, que es lo que hubiese hecho de ser otra la situación, bien puede que quitárselas a patadas hubiese bastado.

—Tengo una teoría respecto a chicos que quizá les interese, bien, yo creo que el poder de los chicos está en sus ojos y por eso si uno te mira directo... ¡Te atrapa y no te deja ir jamás! —exclamó Fedra extendiendo ambos brazos y por lo cual tanto Lisa como Mary se abrazaron con los ojos tan abiertos como una lechuza que observa todo en medio de la noche, sí, ellas estaban asustadas— por eso creo que piensas tanto en él cuando claramente sabes que no deberías.

Lisa se soltó de Mary y temblando se acercó más a Fedra mientras ella trataba de no soltarse a reír, pues le sorprendía el par de chicas inocentes que le habían asignado.

—¡Santo cielo! Fedra, dime qué puedo hacer para que no me lleve lejos, es que parecía ser tan bueno y es por eso por lo que yo... —la boca de Lisa se cerró en una fea mueca, expectante ante la muchacha— Oh, por favor no me dejes con este terrible miedo.

—Dime por favor que fuiste tú quien lo vio primero a los ojos —preguntó ella, pero Lisa por completo enmudecida no pudo decir palabra y entonces exclama Fedra con los ojos abiertos de par en par— ¡Dime!

Temblando con mayor intensidad, Lisa tomó la mano de Fedra y asintió algo llorosa, para mayor placer de Fedra que regresaba a la contienda. Ahora solo debía hallar una manera de hacerle creer que algo malo podría haberle pasado de ser otra la situación y asunto resuelto.

—Una vez uno de ellos me miró directo a los ojos y antes de que pudiera hacer algo se abalanzó sobre mí, por suerte fui rápida y corrí hasta el pozo más cercano y con una cubeta de agua en las manos improvisé un truco que una vez escuché decir a una vieja tuerta que una amiga le dijo que la tía del hermano de su cuñada hizo, pues parece ser que ella recibió la cura del mal de los hombres, cura que en esencia es sencilla, pero que al mismo tiempo se debe de hacer correctamente o sino...

Las jóvenes chicas aguardaron expectantes por la historia, pero Fedra ya había acabado de hablar, el juego de molestar a sus compañeras que al principio parecía interesante ya la había aburrido y prefería estar haciendo otras cosas que le divirtieran en verdad. Asustar niñas tontas siempre le había parecido divertido, pero ahora lo hacía todo el tiempo y con el paso de los días su vida se estaba volviendo tan monótona como es posible, en el bosque Fedra siempre encontraba cosas divertidas que hacer y cada día era distinto al anterior. Lisa y Mary trataron de sacarle el final a la muchacha a pesar de las miradas de desdén que recibían por toda respuesta.

Finalmente, después de mucho insistir y solo por no seguir escuchando sus quejas, Fedra se inventó rápidamente algo para callarlas y hacer que se fueran a dormir.

—Les voy a contar sobre algo que escuché una vez sobre un peculiar personaje y cómo evitar que haga algo terrible, dormir temprano es la única manera de evitar que el danzarín descabezado venga en busca de las chicas jóvenes que se niegan a dormir, el bailarín absorbe su belleza porque solo de la belleza consigue el ritmo para sus pies inquietos.

Ambas chicas la observaron perplejas y por ello Fedra tuvo que admitir para sus adentros que no era su mejor mentira, pero es que las chicas no se callaban y la joven moría de sueño.

—Eso es mentira, acabas de inventarlo —le espetó Lisa, señalando a su compañera con un dedo acusador— y puedo apostar que inventaste todo lo demás también.

Fedra observó molesta a Lisa, nunca le había gustado que nadie la llamase mentirosa, sí, amaba decir mentiras, pero nadie tenía derecho de echárselo en cara como ella lo había hecho. Claro que no podría hacer las maravillas que haría si tuviera la marca, pese a ese pequeño inconveniente, ya se las ingeniaría para darles un buen susto a sus compañeras; se puso creativa y pronto notó que manejar la corriente de aire en el pasillo resultó sencillo y dado que las ventanas estaban cerradas fue sorpresivo que de repente una ráfaga de viento apagara la vela que las iluminaba; en el pasillo también se encontraban unos viejos zapatos tirados que una de las niñas menores habían desechado, Fedra los había visto antes de meterse en la cama en buena hora, pues esos zapatos encantados llevaban un ritmo perfecto en sus suelas, ritmo que las asustadas niñas no pudieron pasar por alto.

—¡Es el danzarín descabeza...! —exclamó Mary, pero Fedra le lanzó una de sus propias zapatillas y de esa forma la hizo callar.

—¡Si dices el nombre en su presencia le das la oportunidad de que te lleve al mundo de las sombras para siempre!

Lisa y Mary cubrían sus bocas tratando de no dejar escapar sus gritos aterrorizados, pues si tan solo uno se escuchaba en medio de la noche estarían castigadas un mes entero, por lo mínimo.

—¡No quiero ir al mundo de las sombras! ¡Fedra, dijiste que sabías que hacer! —exclamó tan alto como pudo hacerlo en un susurro.

La oscura noche era propicia para una broma de este tipo, el viento murmuraba como incitando a las historias de espanto, mientras el manto negro del cielo sobre sus cabezas parecía reír con aquellas luces titilando de manera descarada, como si ser una estrella en el cielo fuese el mejor regalo del mundo. Lisa y Mary se abrazaban llorosas en una esquina de la habitación, Fedra en cambio fingía resguardarse bajo la protección de sus mantas, los zapatos ahora golpeaban con fiereza la puerta mientras el viento soltaba carcajadas que levantaban sus cabellos.

—¡La única manera de que regrese a su mundo es que se duerman y así creerá que todas hemos muerto, pues la belleza muerta no alimenta a sus pies!

Una incipiente carcajada comenzaba a formarse en la garganta de Fedra, que no sabía de donde le salía la fuerza para no soltarse a reír en ese preciso momento. Sin embargo, uno nunca debe reír antes de tiempo o podría salir el tiro por la culata y así fue como le sucedió a Fedra, pues Lisa y Mary se lanzaron sobre su compañera y se negaron a dormir en otro lugar que no fuera en la cama de esta.

A la mañana siguiente la señorita Rosie sorprendió a las tres jóvenes acurrucadas en la cama, por un momento dudó en si despertarlas, pero decidió que no lo haría porque le preocupaba mucho que la señorita Horrocks no pudiera relacionarse con sus ...

A la mañana siguiente la señorita Rosie sorprendió a las tres jóvenes acurrucadas en la cama, por un momento dudó en si despertarlas, pero decidió que no lo haría porque le preocupaba mucho que la señorita Horrocks no pudiera relacionarse con sus compañeras, quizá le preocupaba por su grandiosa belleza (lo cual le podría traer problemas con otras pupilas) o porque le parecía una niña algo extraña (sobre todo por todo lo que ya le había observado a hacer).

Eran muchas las cosas que a la señorita Rosie le preocupaban, sobre todo si se trataba de una de sus niñas, no le gustaba castigarlas, pero si lo merecían sería ella quien les hiciera ver su error y luego aprenderían juntas a ser mejores, a pesar de eso, aún no sabía cómo tratar a Fedra que solo llevaba en la escuela tantos días como se puede contar con las manos y ya tenía tantos problemas como nunca se ha visto antes entre las alumnas.

La luz entraba a raudales por las ventanas e iluminaba toda la oficina, la directora tuvo unos imprevistos con su hermana enferma y se fue murmurando entre dientes que "Dios sabe que nunca dejaría mi puesto a no ser que se esté muriendo y por su bien espero que así sea porque ella siempre ha sentido envidia de mí y no me sorprendería nada que se haya enfermado a propósito, esa tramposa" por supuesto, en unos cuantos días llegó una carta de la directora diciendo que tendría que quedarse por lo menos dos semanas, pues al parecer su "querida Dolly" estaba muy grave de salud.

Aquellos se presentaban como días ajetreados para la pobre señorita Rosie quien cargaba con el puesto provisional de directora, estaba preocupada porque una niña había regresado con gripe y ya había contagiado a otras tres compañeras tan solo con darles una mirada, después había llegado la chica nueva que causa problemas con nada más que el pensamiento, pero a pesar de eso le llamaba la atención porque en ella percibía algo diferente y su tía, la señorita Horrocks le había hecho prometer con efusividad que tendría especial cuidado con ella. Al principio le había parecido extraño, pero dos días después entendió a la perfección el juramento.

Recordó entonces cada una de las travesuras de la jovencita: Fedra rompiendo sin querer su taza de té; Fedra con el cabello tan corto como un niño, pero mucho peor; Fedra manchando con lodo el vestido nuevo de su compañera; Fedra desordenando los archivos que debía poner en orden; Fedra no quiere usar zapatos y no deja de comer con las manos, además de unas cuantas travesuras más.

—Pero al menos parece llevarse bien con la Lisa y Mary que son niñas tan dulces, seguro aprenderá algo en su compañía —murmuró para si misma al revisar las direcciones de las cartas que debía enviar.

Ni bien hubo expresado aquel pensamiento en voz alta, escuchó desde su oficina un grito proveniente de las habitaciones de las niñas del segundo piso y no pudo evitar pensar en aquella niña de cortos cabellos dorados y bellos ojos luminosos.

Dentro de la habitación, Fedra chillaba presa de la alegría mientras Lisa y Mary chillaban por el horror que representa tener una fea y gorda rata negra en sus aposentos.

—¡No puedo creerlo! ¡Es mi Clive! —la niña sostuvo a la rata frente a sus ojos, Clive que conocía de primera mano el poder de sus dientes hubiese saltado a morder la cara de la niña como había sido entrenado, pero vio en sus ojos aquello que solo quienes la conocieron antes de su transformación podrían reconocer.

—Pero si es una rata, Fedra suelta a ese animal, por favor —le dijo Lisa, esforzándose por no trepar hacia el techo por el dosel de su cama.

Fedra se acercó a las niñas con la gorda rata entre sus manos, al instante la rata se erizó por completo y mostró más los grandes dientes, haciendo que las niñas volvieran a gritar, pero Fedra le susurró en el oído algo que solo ellas tres podrían recordar con agrado en la posteridad.

—A Lisa y a Mary nos les puedes hacer daño o te meteré en un cubo de agua y ya veremos cómo te las arreglas —le dijo a la rata que como era tan inteligente comprendió que era mejor no enfurecer a la niña. Fedra pensó que si Clive iba a vivir ahí, por lo menos que todos se lleven lo más decente posible y eso significaba que la rata no podía morder a las otras niñas, al menos a las que dormían en el mismo lugar que ella— ahora extiendan sus manos hacia Clive, hazlo, Mary.

El tono en la voz de Fedra hizo brincar a las niñas, pero extendieron la mano hacia la rata que sin ningún preámbulo olisqueó a ambas niñas, los cabellos erizados de la rata se aplacaron y sus pequeños ojillos redondos casi parecían amables y estas pensaron que después de todo no estaría mal tener a la rata en la habitación, al menos de momento. La mañana de repente volvió a ser tan hermosa como antes de que Mary se despertara con una rata en la cabeza, pero de manera inevitable, la felicidad se fue con la misma rapidez con la que llegó cuando las niñas escucharon pasos apresurados por el pasillo y luego los inconfundibles golpes de la señorita Rosie en su puerta.

—¡Hay que esconder a Clive o sino todos vamos a estar en problemas! —exclamó Lisa y salió corriendo hacia la ventana cerrada— escondan a la rata mientras intento abrir esto.

Más golpes en la puerta y luego la dulce voz de la señorita Rosie pidiendo permiso para entrar, la puerta comenzó a abrirse lentamente cuando Fedra metió a la rata en los bolsillos de su bata de dormir y Mary trataba de peinar la maraña de cabellos que Clive se había encargado de enredar.

—Bueno, ¿se puede saber qué es lo que está pasando aquí? —la señorita Rosie con su inquisitiva mirada recorrió hasta el último rincón de la habitación tratando de encontrar el más mínimo desperfecto, encontró algunos, pero nada que la limpieza no pueda solucionar y ya se encargaría de que las niñas limpien su desorden— señorita Lovett, debe apartarse de la ventana porque está corriendo el viento y me temo que no le hará ningún bien.

Lisa se alejó corriendo de la ventana ante la mirada atenta de la mujer y se posicionó junto a sus compañeras que aún no entendían la relación de una excusa con la ventana.

—Ahora si alguien puede explicar porque tanto alboroto en sábado por la mañana.

—Señorita Rosie, no se imagina y es terrible porque ya conoce muy bien el miedo de Mary hacia las aves, ay, querida señorita Rosie... —Lisa juntó las manos sobre el pecho al mirar fijamente a la celadora.

Fedra pardeó repetidas veces antes de entender y se abrazó a Mary que aún no entendía del todo, pero cuando Fedra le susurró que chillara ella no dudó ni un instante y lloró con toda la pena del mundo entre los brazos de su compañera (lo que no le resultó sencillo, pues aún tenía el miedo de despertar con una rata en la cabeza). La expresión de la señorita Rosie era un cuadro por completo, pues el tema no era más claro que hace unos segundos.

—Quisimos abrir la ventana para que entre un poco de aire y apenas la abrimos una de esas molestas palomas entró volando descontrolada y fue a dar sobre la cabeza de la pobre Mary, si tan solo hubiese volado sobre Fedra o sobre mí no habría ningún problema, pero nuestra querida Mary les tiene un pavor a las palomas que... —Lisa miró triste a Mary que cada vez lloraba más y más fuerte, pues así mismo estaba soltando todo el llanto que no pudo soltar anoche por el susto del danzarín descabezado y que traía acumulado.

La señorita Rosie observó a cada una de las chicas por breves instantes y luego no quedó nada más por decir.

—Ya veo, pues esperemos que tengan más cuidado y que no se dé una próxima vez, mandaré que les traigan una taza de té y por favor, guarden silencio.

Las jóvenes esperaron hasta no escuchar más los pasos de la señorita Rosie por el pasillo y solo entonces se desternillaron de risa juntas, con Clive saltando entre las camas y a la espera del dichoso té. 


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