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Al abrir los ojos en un nuevo despertar, lo primero que Fedra sintió fue una profunda sensación de miedo seguido por un magnífico trueno retumbar en el cielo, por lo que tranquilizó y se dijo a sí misma que nada podría estar mal en el mundo si aún existían truenos como ese, que asustan a los niños y hace que todos corran a esconderse bajo sus camas y tiemblen como bebés indefensos. Y vaya que necesitaba escuchar algo tan relajante como eso, porque el sueño que había tenido fue una experiencia aterradora, sus pies y manos se pusieron fríos ante el recuerdo y estaba segura de no querer repetirlo, tanto que incluso por su cabeza pasó la idea de mantener la calma con sus espantos por unos días.
Lo que sea porque su mente no volviera a atormentarla de tal manera en sueños, lo que sea con tal de no sentirse de nuevo de la manera en que se sintió, como si de repente perdiera lo único que la conectaba al mundo en que vivía.
Sin embargo, algo en todo esto no se sentía nada bien en toda la situación del sueño y su despertar porque algo simplemente no encajaba, cerró los ojos con fuerza y volvió a abrirlos, pero aquel blanco techo tan diferente de su cabaña permanecía ahí, cerró los ojos y volvió a abrirlos hasta marearse, pero absolutamente nada cambió. Pronto, Fedra sintió que seguía dentro de un sueño del que deseaba despertar, ese no era el sucio y oscuro techo que miraba cada mañana al despertar.
—Finalmente despiertas, cariño —una arrugada mano desconocida se acercó lentamente hasta el rostro de Fedra, pero ella, asustada por completo, la detuvo de un golpe y se incorporó con la misma agilidad con la que suele trepar hasta lo más alto de los árboles— pero... señorita, ¿qué le sucede? ¿he hecho algo malo?
El alarmado rostro de la anciana no fue suficiente consuelo para Fedra, pues algo debía andar muy mal si la trataban con tal amabilidad y pronto se preguntó dónde estaría metida Cosme y si algo malo había pasado a su cuidadora. De repente, la puerta de la habitación se abrió y por ella apareció una segunda mujer, hermosa como ninguna, con los cabellos bien recogidos en un moño que más tarde Fedra calificaría como despreciable y vestida con hermosa seda rosa.
—Por favor, me complacería tener un poco privacidad para hablar —la anciana se apresuró hacia la puerta y desapareció tras esta, veloz como un rayo, aun así la hermosa desconocida no le dirigió sus palabras a Fedra, meditó un momento y luego con clara voz anunció: —me gustaría que nadie escuche tras la puerta, muchas gracias.
Dicho esto, se escucharon pasos correr y solo entonces la bella mujer observó a Fedra, que había enmudecido por el miedo, pues ya recordaba con claridad lo acontecido y sabía exactamente la identidad de la hermosa extraña que estaba de pie frente a ella. Por su parte, Cosme no paraba de observar a la muchacha de hito en hito, mientras en sus manos temblorosas enrollaba un pañuelo, señal que pasó desapercibida por Fedra.
—Cosme... —murmuró la joven, Cosme sonrió y extendió los brazos para recibir a la muchacha en un gran abrazo, pero tan pronto esta se movió pudo sentir que algo en ella estaba peor que mal— tía Cosme, ¿qué ha pasado? No entiendo porque todo es tan diferente y de alguna manera tan nuevo.
Solo entonces notó el cambio en su voz, que otrora fue tan parecida al graznido de un cuervo y ahora se asemejaba a la corriente melodiosa de un arroyo o a un odioso día de primavera, ambos sonidos despreciables. Inmediatamente después de aquello, los demás cambios fueron más que evidentes para Fedra, quien asustada corrió como pudo hasta el espejo más cercano en la habitación y sin contemplaciones soltó tal alarido que la sangre de la señora, quien seguía escuchando desde el pasillo se heló, salió corriendo por las escaleras y nunca más volvió a escuchar tras las puertas de las pupilas.
Mientras tanto, Fedra sujetaba horrorizada entre sus manos los preciosos bucles dorados que ahora nacían de su cabeza, donde antes estuvo siempre su cabello lleno de lodo, sucio y enmarañado; algo más que horror sintió al ver como la piel que tanto había amado, llena de manchas de distintos tonos pardos, cual gato de la calle, ahora lucía tan blanca, fresca e inmaculada como una gota de rocío; sus ojos que siempre los había visto saltones y de color fango, ahora se muestran almendrados y ambarinos, como dos pequeñas gotas de sol que brillan en su hermoso rostro perfecto.
—¡No! Ni hablar, no nariz de botón y labios como pétalos de rosa —la muchacha acarició su boca que ahora era tan pequeña y no había ni rastro de lo que antes fue una boca gigante como la de un sapo— ¡Estoy hermosa! Cosme, nunca había visto a nadie más hermoso que lo que veo en el espejo ahora.
Por un breve instante retuvo el aire en los pulmones y luego se desplomó sobre la alfombra, y sentada en ella Fedra lloró amargamente tras comprobar tres veces seguidas si de verdad esa preciosa criatura era ella, no había duda. Sin embargo, la primera impresión nunca dura lo suficiente y una idea cruzó peligrosamente sus preciosos ojos ambarinos, se puso de pie y caminando de un lado hacia el otro, trató de dar forma a sus pensamientos, hasta que finalmente explotó.
—¡Fuiste tú, bruja desgraciada! —la hermosa joven se lanzó a arañar el rostro de su protectora, pero pronto descubrió que también había sido despojada de sus mortales garras, Cosme no se inmutó y permaneció de pie con su postura elegante viendo con tristeza a la desdichada niña que se deshacía en gritos e insultos en su contra— Lo sabía, siempre sentiste envidia y por fin lo has hecho, ¡Me quitaste mi marca porque no podías soportar que yo fuese horrible y tú no!
Fedra podría haber gritado por horas y horas, quejándose sobre su nuevo aspecto, habría gritado hasta desgarrarse la garganta y luego habría arrojado todas las cosas al suelo, lo habría hecho si Cosme no hubiese permanecido en total silencio como lo hizo, de nada sirve entrar en la batalla sino hay un contendiente. Entonces Fedra se vio en la obligación de poner alto a su dolor y enfriar su mente en busca de soluciones para deshacerse de esa atrocidad que ahora debía de llamar rostro.
—No existe magia que pueda romper el hechizo que impuse sobre ti —fue lo único que dijo Cosme cuando su pupila comenzó a caminar de un lado para otro en la habitación.
—No, si eso ya lo sé, pero no hay nada que evite que intente refrenar un poco este castigo que me impusiste, ¡maldita bruja y maldita seas por siempre!
Fedra, que a pesar de poseer grandes aptitudes para la magia, reconocía que no se encontraba al mismo nivel que su maestra y, por lo tanto, se encontraba más allá de la ira. Juntó sus manos y murmuró unas palabras al aire con los ojos fuertemente cerrados, depositando toda su esperanza en ese hechizo y al abrir los ojos entre sus manos sostenía uno de los feos sapos verrugosos gigantes de su tía Cosme. Ante la mirada sorprendida de esta última, Fedra sostuvo fuertemente al gran sapo con sus dos manos y frente al espejo, restregó al animal por todo su rostro mientras reía por completo desquiciada.
Los sapos de la tía eran conocidos por el efecto instantáneo de crear verrugas gigantes como pústulas de un feo color marrón al hacer contacto con la piel, la cara de Fedra se desfiguró por las verrugas, pues no quedaba un espacio en su rostro que el gran sapo no hubiese tocado con su gran tamaño.
—Todo bien en tu plan, señorita inteligencia, excepto... —la mirada orgullosa de Fedra se desvaneció al ver que todas las pequeñas verrugas se desinflaron con un "pop" y su piel quedó tan bella y lisa como antes— que esos sapos son totalmente mágicos y no hay magia que pueda romper ese hechizo, pequeña bruja boba.
Fedra quien al saberse capaz de desligarse de las cosas corrientes de las personas comunes a la tierna edad de tres años, le sentó muy mal el saber que no podía hacer uso de su poder, por lo que quedó por completo en blanco y sin ninguna idea de qué podría hacer para solucionar su aspecto. De pie junto a ella, Cosme acarició el suave cabello de su niña, casi esperando que la apartara de un manazo, pero no ocurrió, pues Fedra, a pesar de estar tremendamente molesta, sabía muy, muy en el fondo de su corazón que merecía tal castigo.
—A todo esto, aún no tengo idea de qué demonios es este lugar, ni quién es esa señora a la que asusté hace un rato —Fedra secó o intentó secar las lágrimas que caían sin parar y miró a los ojos de su tía con cierto remordimiento que no podía expresar en palabras, en realidad nunca quiso llamarla "maldita bruja, maldita por siempre" bueno, si quiso en su momento, pero solo un poco y definitivamente no por toda la eternidad.
Cosme tomando aire se preparó para la nueva avalancha de insultos que sin duda vendrían en cuanto se revelara la verdad, en medio del enojo hizo lo que nunca debería hacerse, tomar decisiones apresuradas e importantes. Observó con pena el rostro surcado en lágrimas que no paraban de correr y sintió el impulso de dormir a su niña unas cuantas décadas, pero después admitió que esa era una idea absurda, si uno quiere dormir a alguien para evitar que se enoje, se lo debe dormir mínimo un siglo, no una década. Adoptó entonces una postura firme frente a la joven llorosa que acariciaba débilmente al feo sapo como si de un simple gato se tratase y este, por la forma en que miraba a Cosme, parecía estar reprochando sus acciones con la dureza que solo un sapo gigante puede profesar.
—Este... será tu nuevo hogar, Fedra —el llanto descontrolado de Fedra enmudeció por completo, incluso el sapo y el viento que corría en ese momento por la habitación parecieron entender que debían callar y no se produjo ni un solo ruido— desde que comenzaste a crecer te has formado con la idea de que es tu deber ser la más cruel de las brujas por llevar lo que llamas tu "marca" y yo no puedo permitir eso. Por lo tanto, he decidido que, si has de ser la bruja mejor preparada, debes de conocer y sentir empatía por aquellos que no tienen tu poder; para que puedas entender que el mundo no se divide en amar a la naturaleza y odiar todo lo demás, aún hay personas para salvar allí afuera y tú dedicas todo tu tiempo a espantar niños y ancianos, vaya bruja la que estoy entrenando.
Cosme terminó de hablar y el viento volvió a correr y el sapo a croar, pero la pobre muchacha no era capaz de formular ninguna oración; no sabía cómo sentirse, si iracunda o tremendamente triste.
—¿Por cuán... —la hermosa tía Cosme se encogió de hombros, machacando la esperanza de Fedra y luego contestó. —el tiempo que te tome entender que poner toda tu esperanza en una cosa nunca te llevará a alcanzar tu verdadero potencial, eres más que una simple marca de nacimiento, querida.
El interior de la tía temblaba esperando la furia de la muchacha, pero esta no llegaba. Al contrario, Fedra únicamente se puso en pie y se arrojó sobre la cama sin ver ni una vez más a su querida tía, pues no lograba comprender del todo cómo se sentía al respecto, es más, aún no lograba comprender totalmente la situación en la que se había metido. Si de Fedra dependiera, ya se habría mandado a sí misma a dormir por un siglo entero, pero después nadie podría despertarla y no tenía sus materiales, además, hacer pociones es todo un proceso, no, nunca es buena idea dormirse a uno mismo aunque todo la situación se muestre horrible. Sintió entonces una cálida brisa esparcirse por toda la habitación y supo que su tía ya se había marchado, la muchacha pensó que así era mejor de todas formas y entre renovados llantos, se quedó dormida, atacada por sus pensamientos.
Ella nunca se había parado a pensar que quizá a su tía no le gustaran sus pequeñas travesuras y eso hacía más amargo el castigo, pues quizá su guardiana y única persona que la entendía, nunca la quiso en lo absoluto y solo la cuidaba como una obligación. Ahora tendría que convivir con extraños y quién sabe qué costumbres pueden tener aquellos extraños, eso también la lastimaba por completo, nunca se había interesado en conocer cualquier cosa que no sea una planta o animal, pues ellos sí entienden de todo y de todas formas nunca había necesitado relacionarse con los apestosos humanos.
Pasaron las horas y al despertar no volvió a tener la sensación de que aquello era un sueño, pues fueron las risas quienes hicieron el trabajo de espabilarla y en sus sueños nunca hubo risas como esas, Fedra abrió los ojos alarmada y lo que vio no fue para nada agradable. Un montón de niñas muy guapas la miraban con tiernas sonrisas que tiraban suavemente de sus labios rosados, todas llevaban lindos lazos de variados colores sobre sus rizados cabellos y a pesar de que todas estaban enfundadas en sus grandes camisones, Fedra pudo imaginarlas usando esos horrendos vestidos de los que siempre se habla en el valle.
—¡Ya ha despertado! —gritaron las niñas en coro y soltaron más risitas que Fedra no pudo comprender.
Todas esas actitudes (para ella por completo extrañas y llegando a ser bobas) la llevaron a preguntarse dos cosas de inmediato: ¿por qué ríen de esa manera? Y ¿no les duele la cara por sonreír así?
—¿En dónde me encuentro? Y por favor, paren ya con ese horrible ruido —dijo y al ver por la ventana Fedra se percató de que ya había salido el sol y se había perdido el precioso día de tormenta que hubiese atisbado antes, motivo que puso en aumento su molestia— ¿quiénes son ustedes?
Da un paso al frente la chica que en apariencia debía ser la mayor entre las niñas y le sonrió con agrado, acción que Fedra no dudó en tomar de inmediato como una posible amenaza. La chica era preciosa por supuesto, pero no tanto como Fedra era ahora y eso lastimó mucho el corazón de la joven bruja.
Fácilmente ella era la más linda entre todas las niñas de la habitación, ellas lo sabían y no se preocupaban en ocultar su felicidad hacia ella.
—Estás en la escuela Sinclair para señoritas y nosotras seremos tus compañeras —dijo y arrastró a otra chica junto a ella, solo hasta entonces Fedra se percató de que en la habitación había también otras dos camas con dosel al igual que la suya, sintió entonces una punzada de enojo hacia su tía, pues al principio había creído que sería una campesina normal y trabajaría cuidando vacas, que después de todo no estaba tan mal porque aun en esa situación podría estar alejada del valle y sus pestes.
¡Pero ser una de esas chicas que se dedican a ser perfectas y aprender los modales en la mesa! Su tía había llegado muy lejos y esto es algo que Fedra tardaría bastante en perdonar, se prometió a sí misma que la tía Cosme se lo iba a pagar caro en cuanto encuentre la manera de hacerle pagar.
Las nuevas compañeras de Fedra hicieron salir rápidamente a las otras niñas de la habitación y una vez se quedaron a solas se presentaron como las señoritas Lisa Lovett y Mary Vance, ambas jóvenes muy bellas como solo ellas podrían serlo y a pesar de eso, ambas consideraban que Fedra era sin duda la chica más hermosa que hubieran visto alguna vez. Entonces las señoritas amaron a Fedra por su belleza y Fedra las detestó por la misma razón.
Lisa con su perfecto y largo cabello negro, en conjunto con sus ojos grises llenos de inteligencia le recordó de inmediato a una versión joven y mucho menos hermosa de su tía Cosme, por eso Lisa se convertiría pronto en el blanco de sus travesuras; Mary ofrecía en cambio una dulce mirada de ojos castaños, con la forma de dos perfectas almendras y su pequeña nariz se vendía como algo irresistible a la vista. Fedra no pudo evitar pensar que si tuviese su verdadera nariz probablemente les hubiese podido sacar un ojo con la punta a cada una y terminada la plática, pero no, así que sonrió con lo que ella creyó que era malicia y que las niñas percibieron como genuina amabilidad.
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